El terrible invierno de Montreal

El eterno invierno...

Montreal es una ciudad viva y como todo ser vivo atraviesa por periodos de luz y oscuridad, cada cierto tiempo debe descansar y alejarse de la multitud que la transita. Yo al ser parte de la multitud pude darme cuenta que el invierno siempre es peor como te lo cuentan a como lo vives, y es que cada persona vive su propio invierno, unos atrapados en su rutina, otros tratando de no desvanecerse entre las pulgadas de nieve que nos cubren y algunos como yo que buscan inspiración entre las calles nevadas y los paisajes blanquizcos de esta antigua ciudad moderna.

Montreal se resiste a quedarse en casa, se resiste a dejarse vencer por una estación bella pero peligrosa, esta suele parecer eterna ahora lo sé y es que sus casi 5 meses de invierno no dejan más lugar a que crezca la disociación y tristemente la depresión en sus personas.

Esas bicicletas encadenadas y abandonadas a su suerte sobre las calles de la ciudad, me hacen pensar que al comenzar el invierno hay gente que simplemente desaparece, que no vuelve a ser vista, como si un portal se los hubiera tragado y no tuvieran tiempo de guardar su preciada bicicleta. Solo les queda ver a las personas transitar a su costado ignorando que existen. ¿Qué será de la gente que también termina así?

Y no es un secreto a voces que los recién llegados de países cálidos sufren una descompensación del afecto. Acostumbrados a estar entre el cariño de su gente, se dan cuenta que la vida en Canadá es solitaria y esta llega a extremarse en el invierno. Por ello la importancia de crear lazos y apoyarse con las amistades que formamos en el camino.

Por ello Montreal se viste de blanco, pero también de colores, de música, de arte, de deportes, un mensaje de que no se va a dejar vencer entre los vientos helados, la nieve en los zapatos y el espeso cielo color gris.

¿Un consejo? Abróchate los cachetes y abrígate los oídos compra unas buenas botas y una buena chamarra, trata de salir con amigos y mantén tu mente ocupada ya lo demás es lo de menos. Por mi parte yo seguiré yendo de aquí para allá intentando encontrarle sentido a esos copos de nieve que se derriten sobre las palmas de mis manos.

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