De Riomaggiore a Ensenada
Todas esas estaciones de tren iban avisando que el destino estaba por llegar, cada estación traía consigo más edificios, más turistas y más de ese mar que brillaba con luz propia; un verde esmeralda y azul zafiro.
La luz al abrir los portones del tren avisaba que habíamos llegado. Riomaggiore era el destino. <<Grazie per aver viaggiato con Trenitalia>> Decía el anuncio. Dónde diablos se estaba era la pregunta.
Ese <<dónde>> más bien se refería a que lugar habría que ir para poder observar mejor el paraíso en el que se estaba.
Las calles empinadas iban dictando por donde ir. Mientras más se iba subiendo más parecía un pueblo hecho óleo. Poco a poco se iban asomando todas esas casas con colores llamativos, colores fuertes que decían que este pueblo costero estaba vivo.
<<Pueblo costero>> Esa oración me era muy familiar.
Creo que en ese punto pude sentir una especie de nostalgia. Pero, ¿por qué sentir nostalgia? Por obra de la suerte, destino o causalidad terminé llegando a la única playa del pueblo. Esta era una playa rocosa, llena de piedras grandes, en forma de círculos, ovoides u óvalos.
Había gente tomando el sol, otros cuantos conversaban, otros leían y otros parecían no estar ahí, perdidos en su mirada contemplando algo más que ese paisaje inefable.
No tuve más impulso que dejar mi mochila sobre el suelo, la ropa, un vino barato y lentamente fui entrando al agua. Cada paso entre esas piedras iba doliendo gradualmente, por lo que ir lento o arrastrándose era el modo más seguro de entrar al mar.
Al tentar por primera vez el agua con mis pies pude darme cuenta por qué todo esto me era tan familiar. Las piedras, el color del agua y el frío del mar eran tan parecidos a mi tierra natal. Casi calcados. Casi iguales.
Logré zambullirme en el agua y al estar completamente dentro de ella me vino a la mente un destello de recuerdos. Era yo mismo a mis 16 años; ese joven que iba a la playa a pescar, nadar y disfrutar con sus amigos en una calurosa tarde de un día cualquiera.
Justamente antes de salir del agua deseé que estuviera otra vez allá. Asomar la cabeza y que al abrir los ojos estuvieran mis amigos, ese viejo rompe olas y que me dijeran algo así cómo: <<¿Por qué esa cara de susto? Vente, vámonos a comer que ya está anocheciendo..>>
Ahí me di cuenta que extrañaba mi bella Ensenada. No había tenido ese sentimiento de extrañar en todo ese tiempo que estuve fuera. Vivir algo similar a lo que fue habitual en mi vida me hizo activar ese querer volver. Volver y recordar tiempos pasados.
Tiempo después volví a mi Ensenada y me recordó a Riomaggiore, fue como si esos dos lugares estuvieran unidos por un puente colgante sostenido por mis recuerdos.
Un puente de 9960 km de distancia.
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